sábado, 16 de abril de 2011

¿Es usted una flor en el pantano?

No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido en tal país, tal día, de tales padres; padecer de cáncer o ser atropellado por un auto…) pero sí somos libres de responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados).

Savater

Una infelicidad no es nunca maravillosa. Es un fango helado, un todo negro, una escena de dolor que nos obliga a hacer una elección: someternos o superarlo. La resiliencia define el resorte de aquellos que, luego de recibir el golpe pudieron superarlo.

Boris Cyrulnik


¿Es o ha sido usted una flor en el pantano?

Quizás esta lectura le ayude a descubrirlo




Una flor en el pantano


Esta inquietud surge cuando se intenta reflexionar y definir quizás los ámbitos en los cuales se determina el comportamiento resiliente. Según Cyrulnik y otros (2004) la misma podría resumirse en 3 áreas o ámbitos: El biológico, familiar e histórico o público. Veamos:
1.- Ámbito biológico: Tiene que ver con las desventajas propias de una alteración o limitación física, enfermedad o accidente. Quienes de nosotros no ha conocido a niños minusválidos o deformados, hemipléjicos o parapléjicos, que llegan a cursar estudios universitarios con éxito, resultando ser excelentes compañeros o compañeras, llevando incluso una existencia social rica y creativa. Un ejemplo bien viviente es el de la escritora Hellen Keller quien fuera sorda, ciega y parapléjica.  Otros en sus circunstancias prefieren dar lástima y mendigar en la calle.
2.- Ámbito familiar: Enfatizada por Werner (ob. cit) en sus investigaciones y tiene que ver con el sano desarrollo socio afectivo y existencial en niños provenientes de familias disfuncionales (perturbados, maltratados, de alcoholismo, violación, violencia extrema, abandono parental).
3.- Ámbito Histórico o público: Está representado por la resiliencia frente a las catástrofes naturales (temblores de tierra, inundaciones, ciclones) guerras civiles e internacionales, masacres, genocidios, hábitat físico adverso, etc.  Tal es el caso de Víktor Frankl y Ana Frank y de muchos otros niños y jóvenes que vivieron en el caso venezolano la tragedia de Vargas.  También, podríamos citar el caso de los Incas del Perú, Los Timoto-Cuicas de la región andina venezolana, recientemente el caso de los mineros de Chile,  Japón y de muchas otras comunidades que son ejemplo de valentía y organización para otros.
Sin embargo el asunto no queda circunscrito a esto. Se oye de boca de muchas personas afirmar: Eso de la resiliencia es pura tontería, yo no creo en eso todos somos resilientes. Lo anterior se deriva de aquel sujeto que no se ha detenido a conocer y estudiar a profundidad el tema.  No se puede hablar de lo que no se conoce, de lo que no se ha indagado, de lo que no se sabe.
Por otro lado tampoco es cierto afirmar que todos somos resilientes. Esto último a propósito de lo que señalara Cyrulnik (2003), en relación con la diferencia entre una prueba y un trauma. El ser humano constantemente esta al frente de las pruebas de la vida: la pérdida de un empleo, el divorcio, no haber quedado admitido en un equipo, deportivo, teatral, o musical.  No poder tener hijos, u abortar alguno.  Pero no todos hemos sido traumados.  Como consecuencia de una violación, suicidio, o abandono parental, uso de drogas, haber estado en una guerra, confrontar alguna enfermedad terminal o inclusive no tener nada que comer por mucho tiempo.  Allí la cosa cambia por eso Cyrulnik (2003) afirma:
Hay que distinguir entre trauma y prueba. Para hablar de trauma, es necesario haber muerto. No crean que es una imagen, es real. La gente traumatizada dice: No estoy segura de estar viva. He regresado del infierno y vuelto a la vida. (p.2).

Lo que evidencia que algunos sufren traumas y todo el mundo debe soportar pruebas.  Bajo esta perspectiva hay quienes sustentadamente han demostrado que la resiliencia no es una receta mágica, ni una fórmula matemática, es un concepto polisémico que está en evolución y sigue estudiándose en distintos contextos y culturas.
Pareciera que, sin embargo, el mismo tuviera algunos límites como señalara anteriormente Cyrulnik (2003), pues no basta con que un niño o adolescente haya afrontado alguna adversidad biológica, familiar o histórica, se necesita también un poco de moral, de ser correcto socialmente, de ser un humano de buen corazón.  Y por si fuera poco, aún y a pesar del  trauma tener más éxito que la media de las personas, despertando en los otros la admiración, y el modelamiento.  A propósito de esto el anterior autor señala:
No puede ser considerado un resiliente un antiguo maltratado que se convierta en guardia en los campos de concentración. Hitler también fue un niño maltratado que ha entrado en la historia y sigue siendo un héroe para miles de neonazi. (p.40).

Hay muchos asesinos detrás del poder, aupados en un uniforme.  Son exitosos a costa del dolor, maltrato y yugo hacia los otros.  En esa circunstancia queda claro que el dolor del trauma no ha sanado resilientemente.
Existen muchos líderes políticos que vienen de abajo, de familias muy pobres que cuando llegan alto y alcanzan el poder, no sólo se olvidan de sus orígenes sino, que sale a flote su resentimiento y venganza. Desde luego, que allí no hay metamorfosis del dolor. 
En cambio se cita en Cyrulnik y otros (2004): “Dos presidentes célebres de estados Unidos, F.D. Roosevelt en su silla de parapléjico y Bill Clinton que fue un niño con carencias y desdichado” (p. 40). Sin embargo ambos fueron buenos presidentes.
Aquí en Aragua hay desde luego, ejemplos también célebres como el caso de Filipo Sindoni y el de David Concepción. También de orígenes muy pobres. El primero, un inmigrante italiano  y famoso empresario que llamaba a Aragua su segunda patria. El segundo un talentoso deportista cuyo origen sabía a mar y palmeras, venido de las costas de Aragua (Ocumare) llegó a representar muy en alto los colores de nuestra bandera.  Pero además de eso seres sencillos, humanos y cordiales en su trato.

Aportes de la Psicología al estudio de la resiliencia
  
Como ya se ha señalado la resiliencia se caracteriza por provenir básicamente de una relación significativa del sujeto,  con una, dos o más figuras de su entorno y no constituye un estado definitivo, es decir, se puede estar más o menos resiliente de acuerdo con la situación que se vive y las condiciones del medio externo, aunque es crucial que la presencia de factores protectores bien establecidos en la infancia y la adolescencia pueden facilitar al sujeto un buen desenvolvimiento, aún en las peores circunstancias. De esto surge la siguiente pregunta:

¿Qué nos puede aportar la Psicología para comprender mejor la índole de los factores resilientes y el modo como se desarrollan e instalan en el sujeto?

La respuesta a esta premisa esta asociada según Melillo y Suárez (ob. cit) al estudio de la mente, el cognitivismo, y los aportes que hiciera el psicoanálisis. “Ya que se habla de una mente corporeizada, que además se encuentra encajada o insertada en el entorno”
 (p. 90). Igualmente Maturana y Valera (citado en el anterior  autor) afirman:
Somos seres que vivimos en el acto de conversar, nuestro espacio relacional consiste en redes de conversaciones que constituye la cultura en que nos desarrollamos: como somos animales que vivimos en el lenguaje, lo psíquico o mental se manifiestan en el acto de conversar, que incluye palabras y emociones. (p. 90).

Los estudios de Neurociencia llevados a cabo por Mc Lean lo ejemplifican muy bien al afirmar que el cerebro humano por ser un músculo ha ido evolucionando desde que éramos primates hasta nuestros días.  Llegando a descubrirse que existen (3) cerebros en uno (cerebro triuno) cada uno con funciones bien particulares y que además la programación neurolinguistica (P.N.L) va llevada con este de la mano en tanto a que lo que decimos ya sea en forma oral o gestual define, lo que pensamos, lo que habita en nuestra cabeza (Nuestros paradigmas).  Precisamente la P.N.L se inicia con los estudios que hicieran Richard Bandler y Jhon a Grinder a algunos psicoterapeutas de la talla de Carl Rogers, Frid Perls, Virginia Satir que demostraban  tener más éxito con sus pacientes que los otros.
Se descubrió que lo que se piensa y lo que se dice es factor crucial en el éxito o fracaso de nuestras acciones cotidianas.  Traspolándolo a la resiliencia, si un niño piensa que puede y se programa a partir de la repetición continua de afirmaciones tales como ¡Puedo salir airoso de esto!, ¡yo sé que puedo!, resulta posible que la probabilidad de lograrlo aumente significativamente.
Caso contrario: si decide derrotarse y pensar que jamás por más que lo intente podrá vencer su adversidad,  la batalla estará perdida.  En definitiva, somos producto de lo que pensamos.  Por esto no es tan sencillo de entender cuando se ha vivido una infancia de soledad, desapego y desarraigo.  El vínculo de afecto del niño con su madre en los primeros años de vida es vital.  Ya que todo bebé humano necesita ser amado, reconfortado, por los brazos cálidos de su progenitora, sentir su olor y su voz.  En palabras de Melillo y Suárez (ob. cit). “Cuando ese proceso no transcurre normalmente, aparecerá un déficit de narcisización, que se puede agravar si los padres no aportan una imagen y un vínculo con el cual el niño pueda identificarse”. (p.93).
Por ello, cuando ese niño o joven no cuenta con los referentes propios de la figura parental puede entonces comenzar a buscar una identidad en la calle, con el jefe de la banda de delincuentes, con el que vende la droga, con la dueña del prostíbulo, o con ese hombre al que le ofrece su cuerpo a cambio de un poco de cariño.  En fin, son captados por cualquier figura dañina que le otorgue algún tipo de reconocimiento y pertenencia.  Esa que no tuvo de sus padres, ni de ningún cuidador cálido y afectivo aún a costa del precio que sea.  Es tan importante este hecho que los estudios realizados a individuos fortalecidos después de una experiencia traumática han confirmado que cuando existe ese sujeto significativo que estimula y gratifica afectivamente los logros del infante, este tiene más posibilidades de recobrarse de los golpes de vida.  Es decir, de ser resiliente. Si se diera el caso de que estos no tuvieran a sus progenitores ese significante puede ser cualquier otro adulto que le brinde ese soporte básico en los primeros años de existencia.
Por otro lado pareciera que estos resilientes tienden a utilizar con mayor frecuencia eso que Freud denominó: Los mecanismos de defensa, los cuales trabajan para reducir la ansiedad y proteger el ego.  Aliviando en cierta medida sus conflictos, casi todos los testimonios más impactantes de personas que han superado situaciones adversas nos muestran mucho de sublimación, en atención a que en su mayoría los mismos se han dedicado con destacado interés a una labor social y humanitaria ya sea como psicólogo, psiquiatra, educador, a favor de los niños y adolescentes que confrontan una existencia difícil. Casi todos han sido transformados tras su experiencia de dolor, reduciendo así sus conflictos internos.  Dentro de este marco  de ideas Melillo y Suárez (ob. cit) agregan:
Un hombre padece una hemiplejia y establece una fundación para obtener fondos con el fin de impulsar investigaciones sobre el problema; un hombre contrae HIV o sida y dedica su tiempo a apoyar a otros.  Estas transformaciones habitualmente generan una mayor empatía y altruismo, por los otros, los mayores beneficios de la resiliencia. (p.29).

Cuando leemos las biografías de esos grandes personajes como Boris Cyrulnik, Tim Guénard, Simón Bolívar, Víktor Frankl, Hellen Keller, podemos sustentar lo expresado anteriormente.  De hecho Guénard (en Cyrulnik y otros, 2004) ha dicho:
Yo, ese que fue abandonado por su madre y apaleado por su padre, ese que venía de un pote de basura, que creció queriendo matar a su padre.  Pues bien, ahora quiero a mi padre.  Sí,  hoy soy un hombre feliz, con una mujer, cuatro hijos y varios amigos, no puedo ser lo que hoy soy sin todo mi pasado (p.71).
Esta última aseveración igualmente compartida por Bolívar, cuando dijera parafraseando: Si mi esposa no hubiese muerto y las desdichas no me hubiesen acontecido, quizás yo hoy no sería el Libertador de Venezuela.
Razón similar expresaría Cyrulnik (2006). Al relatar: “El trauma inscribe en la memoria una huella biológica que se oculta bajo los mecanismos de defensa”. (p.103).  Él, quien fuera huérfano a los seis años de edad, viviendo una vida errante, pasando por diversos hogares y familias de acogida viviendo la soledad y el infortunio es hoy un prestigioso neurólogo, psiquiatra y psicoanalista.  Profesor de la Universidad de Var en Francia, responsable de un grupo de investigación en etología clínica y autor de numerosas obras en torno a la resiliencia.  De sus propias palabras: “Yo soy un ejemplo vivo de que se puede salir airoso y sacar fuerza de las flaquezas esto es posible, sobre todo, si el entorno social está dispuesto a ayudarte” (ob. cit, p.1). Es evidente entonces que ellos al igual que otros Sublimaron su dolor transformándolo en una experiencia vencedora y constructiva.
Autora Lisbeth González.  Tomado de Trabajo de investigación para optar al grado de Magister en Educación, mención Orientación. Laura. Historia de vida de una joven resiliente. (2008) 


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