lunes, 4 de abril de 2011

¿Qué pasa en nuestras escuelas y liceos?

Hace poco oíamos alarmados como un joven perdía la vida en un altercado estudiantil en las afueras de un recinto escolar que hace 20 años era considerado uno de los mejores liceos del estado. El alma mater de miles de adolescentes que como yo, egresamos de aquella honorable institución que formaba bachilleres de indudable calidad, porque así lo eran sus docentes. Su trayectoria se tiño de luto y de sangre, al presenciar la muerte de un joven que tenia delante de sí un mundo inmenso de sueños por cumplir.  Pero ese no fue el único incidente, en otra escuela técnica de más de 50 años de fundada se vivieron  los mismos momentos de tristeza y desolación. Una de las cosas que más impresionan es oír como la comunidad aledaña al liceo expresará en varias ocasiones: “Un día de estos esos muchachos se van a matar” y es que la lluvia de botellas, piedras, palabras obscenas, se hicieron eco diario de estos párvulos a la hora de la salida, sin que a nadie le importara, o peor aun prefirieron ignorarlo, situación esta que viene siendo convivencia diaria en muchos planteles educativos. Nuestras escuelas y liceos se han convertido en los últimos años en verdaderas trincheras de violencia, acoso escolar, consumo de estupefacientes, y por si fuera poco de deserción escolar y poca motivación para el estudio. Situación que debe llamarnos a un despertar y a un accionar de inmediato, porque el futuro de esta patria podría estar en un verdadero peligro. Debemos hacer un insight para buscar las posibles causas que pudieran estar desencadenando estos hechos. A mi juicio existen algunas que merecen especial interés:
_En los liceos existen muchos profesores y pocos educadores. La diferencia estriba en que el docente centra su accionar en un currículo, en vaciar la cabeza de los educandos de un cúmulo de conocimientos, que en la mayoría de los casos resultan inservibles, obsoletos, desmotivante,   inadaptado a la naturaleza, contexto y realidad de los adolescentes que formamos. Muchos profesores piensan que el titulo obtenido en la universidad le es suficiente, congelándose en el tiempo o extinguiendo su praxis educativa como lo fue la era Jurasica en la tierra. La mejor Maestría y Doctorado se obtienen en el campo de juego: en el aula. Observando, evaluando, analizando y dialogando con los estudiantes. Desde allí surgen las principales incógnitas por resolver y a la vez las soluciones más oportunas que permitirán replantearnos nuestro quehacer educativo.
Simón Rodríguez  hace más de 200 años citaría una de sus frases más celebres:” Debemos educar para la vida  y el trabajo”. Frase que ha sido acogida en la ultima década, pero que sin embargo no pasa de ser un eslogan con fines más políticos, que prácticos. La misma resume el perfil de un Educador: Formar individuos responsables, solidarios, ciudadanos de primera, personas integras, éticas, humanas. Pero que exige de ese maestro su práctica diaria. Un maestro que llegue al aula con alegría, esperanza, entusiasmo. Que viva su profesión como un apostolado. Tristemente los docentes de este tiempo llegan a clase con actitud violenta, apesadumbrada, aburrida...Generando un circulo vicioso que genera espacios educativos carentes de esa magia necesaria para atraer como panal de abejas a los jóvenes que hacen vida en la misma. Un verdadero educador  jamás olvida su rol protagónico y la misión que Dios nos encomendó: en ese mirar empático, en esa escucha asertiva, en esa frase alentadora, en ese silencio oportuno, en el perdón que debe germinar en el corazón de quien educa. Una misión hermosa que debe llenarnos de orgullo, pero que exige a su vez de una gran vocación y entrega. Existen muchos profesionales graduados en las mejores universidades, con las más altas calificaciones, con posgrados, doctorados y demás, pero carentes de las más elementales normas de convivencia humana. Personas déspotas, tramposas, envidiosas, altaneras, muy brillantes intelectualmente, pero pobres de corazón. La mayoría provienen de contextos familiares disfuncionales, de la que se desprende el segundo indicador:
_ Existen muchas casas y parejas, pero pocos hogares y  padres de familia: Muchos niños y adolescentes conviven más con el facebook y redes sociales que con sus padres. Tienen un habitáculo donde pernoctar, pero no poseen un hogar donde convivir. Este último supone un espacio cálido, comunicativo, cargado de amor con firmeza, ternura con resguardo, confianza y exigencia. Alguien que los espere para decirle cuanto le aman, pero también cuanto esperan de él/ella. El exceso de complacencia y libertad sin vigilancia es asumido por el adolescente como desamor. Cuántas veces he escuchado de mis estudiantes la frase: Es que mi mamá o mi papá no tienen tiempo para mí, no le intereso, nunca los veo. Prefiero estar con mi abuela y pare de contar. Dichas historias están cargadas de una tristeza inmensa,  una exigencia que sólo pide a gritos: AMOR, PROTECCIÓN, LÍMITES... La familia popular venezolana es una familia matricentrada,  como bien lo ha reseñado Moreno, Alejandro. Un hogar sin la presencia del padre, donde la madre al hallarse sola debe ejercer ambos roles. Madres valientes, luchadoras, pero resentidas, temerarias. Quienes descargan la frustración de hallarse solas  con sus hijos, o quienes utilizan a sus pequeños como chivos expiatorios de una venganza a la pareja que ha dado como resultado: una sociedad enferma, inadaptada, disfuncional. Todo niño(a) necesita y merece un padre y una madre, equilibrio y energía vital de la vida. No es justo que estos tengan que presenciar, vivir,  aceptar, las limitaciones y desaciertos que como pareja y persona no haya sido posible superar. Las cárceles están repletas de seres carentes del amor de sus padres. Las ultimas investigaciones que se han hecho ,reportan que los delincuentes que logran rehacer su vida y erigirse un futuro mejor cuentan en la mayoría de los casos con una madre, padre, esposa e hijos que les brindan esa mano cuando creen que el mundo está perdido para ellos. Repensar la familia en Venezuela es tarea de todos y la escuela para padres debe ser cátedra obligatoria en las instituciones educativas del país.
_ La  escuela y la comunidad son espacios de poco incentivo: para los niños y jóvenes quienes necesitan descargar esa hiperactividad y batalla hormonal a través de actividades lúdicas: danza, poesía, pintura, música, deporte, voluntariado social- religioso, teatro y cualquier otra actividad que suponga mantener el cuerpo y el alma ocupados, utilizando el arte y el juego como catarsis.
En el Estado Aragua existe un proyecto hermoso de buena voluntad que plantea: Espacios permanentes de desarrollo cultural endógeno. EPEDECUE,  que exige semanalmente la puesta en práctica de actividades de esparcimiento para infantes y jóvenes orientados en diversos ejes curriculares: Gastronomía, historia oral, expresiones creativas, procesos de habilidades cognitivas, recreación, TICS, entre otros. Pensado con la mejor de las intenciones, pero ejercido en el mayor de los casos de forma irresponsable, desproporcionada, sin convicción. Se esta brindando a los estudiantes espacios que estos no demandan, no necesitan, no incentivan. En algunas instituciones se hacen para cumplir con la ZEA, son pocos los educadores que la asumen desde la convicción que la misma supone. Ante eso muchos estudiantes resuelven irse al rio, centro comercial o simplemente quedarse en casa chateando o en la inercia del sueño profundo. Son pocos los que asisten y muchos los que andan realengos sin supervisión en ese muro infranqueable que es la calle. La frase típica: Ese día es una pérdida de tiempo, escuchada de los labios de profesores, padres, alumnos. Existen quienes callan,  pero lo que es peor la sienten e irradian, a través de sus faltas y apatía a la actividad. Es urgente el acompañamiento oportuno e insistente de las autoridades educativas a fin de garantizar la excelencia y la puesta en práctica de espacios y proyectos que promuevan la resiliencia en la escuela como una verdadera salida para quienes sufren, como un verdadero dique de contención para promover salud mental  y edificar una sociedad más sana, feliz y realizada.
Autora: Lisbeth González Gómez. Aragua, Venezuela
Email: lis.g.g@hotmail.com

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