Cinco rostros resilientes
... Y ésta es la historia de cinco orugas convertidas en mariposas: libres, transformadas y capaces de volar por sí mismas.
Lisbeth González
A lo largo de la historia aparecen ejemplos de individuos destacados que hicieron aportes significativos para la humanidad, quienes debieron enfrentar severas circunstancias desde: Ana Frank y Viktor Frankl, hasta Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Rigoberta Menchú y tantos otros. Así mismo pueblos enteros y grupos étnicos han demostrado capacidades sorprendentes para sobreponerse a la persecución, a la pobreza y al aislamiento, así como a las catástrofes naturales o a las generadas por el mismo hombre. En honor a ellos se sirve este espacio para relatar algunos de sus testimonios, retratados en cada una de sus biografías. A continuación la primera de estas:
Ana Frank (1929-1945) quien naciera en Frankfurt (Alemania). Desde muy temprana edad demostró ser una niña muy alegre, inteligente y vivaz, a quién la encantaba escribir en sus ratos libres historias de niños. Su infancia coincidió con la culminación de la I Guerra Mundial, hecho éste que motivó la grave crisis económica, social, y financiera de su país. Al mismo tiempo que Alemania estaba en manos de lideres nazis, quienes perseguían a muerte a los judíos acusándolos de estar aliados con enemigos del pueblo alemán. Y precisamente la familia Frank era judía. El padre de Ana al ver que Hitler amenazaba con despojar de la nacionalidad alemana a los judíos, no existiendo posibilidad alguna de trabajar ni vivir en paz decide junto a su familia emigrar a Holanda mientras tanto Ana, animaba con su espíritu alegre y sus variadas travesuras a su familia. Pero en 1942 cuando dicha niña contaba con tan solo 13 años, su país natal entra en guerra con Europa, y empieza a invadir muchas naciones entre éstas Holanda. El ejército alemán se desplaza a la ciudad de Ámsterdam donde justamente vivía Ana y su familia, viéndose así en la obligación de refugiarse en el hogar de una señora muy solidaria de nombre Miep Gies quien escondió a ellos y a otros judíos en el anexo de su hogar. Allí vivieron encerrados por dos años hasta ser descubiertos. (El Nacional, 2004, p.51-53).
Durante todo ese tiempo en plena flor adolescente, la protagonista de ésta historia escribía en su diario todo lo que ella vivía y experimentaba: sus alegrías, vivencias, tristezas, y desafíos. Dicho diario fue entregado a la Sra. Gies cuando la adolescente y su familia son llevadas a un campo de trabajo en Polonia al ser develados. Ana y su hermana mueren de hambre en 1945, cuando son separadas de su familia y trasladadas a un campo. El único sobreviviente fue su padre quién decide publicar el diario de Ana en honor a la memoria y valentía de su hija y de todos los judíos y perseguidos nazis. “Curiosamente el diario de Ana Frank ha sido traducido en más de 55 idiomas y ha vendido 20 millones de ejemplares. Ella ha sido elegida entre las cien personas más influyentes del siglo XX por la revista Time” (El Nacional, ob. cit, p.53).
Sus fragmentos evidencian que a pesar de ser una adolescente cuando escribía sus notas, su experiencia de vida resulta fenomenológica, en atención a que no todos viven la amarga y cruel experiencia de vivir en medio del horror de la guerra y la persecución. En tal sentido sus escritos son un legado de reflexiones de vida, así como un ejemplo viviente del poder resiliente, hecho este que se demuestra en el constante humor y positivismo con que asumía la adversidad.
Véase a continuación una entrevista que se le hiciera a una de sus mejores amigas Ana Pik-Goalar en 1996. Publicada en una revista española (citado en el anterior autor):
Los domingos íbamos a la oficina de su padre y desde lo alto de la ventana vertíamos agua sobre los transeúntes. Ella tenía un repertorio inagotable de bromas. Hacía sonar sus huesos como si se le estuvieran descoyuntando y la gente gritaba de susto. (ob.cit., p. 92).
Al mismo tiempo Ana Frank mostraba siempre aún en las situaciones más difíciles y críticas una visión optimista y esperanzadora, veamos:
Me es absolutamente imposible construir cualquier cosa sobre la base de la muerte, la desgracia y la confusión….Cuando me pongo a mirar el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esa crueldad también se acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial (Frank, 1998, p.145).
Y precisamente en un estudio realizado por Taylor (citado en Pereyra, 1997) encontró que las personas que poseían ilusiones positivas o que asumían posturas positivas ante situaciones graves, tendían a irles mejor que los que se aferraban a la realidad firmemente.
Para Pereyra (1997) La actitud positiva y el buen humor permiten no sólo conservar la esperanza en los momentos más sombríos sino que también facilitan una salida positiva al mismo. De hecho estudiosos del tema de la resiliencia (Cyrulnik, 2006; Melillo y Suárez, ob. Cit; Barudy y Dantagnan, ob. cit) han puesto de manifiesto que el optimismo la esperanza y el buen humor son factores claves de resiliencia.
La historia de Ana Frank nos remite a evocar una película de: Benigni (2003) La vida es bella. Dicha producción cinematográfica, cuyos críticos han denominado como una fábula chaplinesca, gira en torno a la fuerza de la imaginación en la dura y cruel realidad de la Europa de la segunda guerra mundial, donde el protagonista Guideo, hombre alegre e inocente deberá utilizar su gran espíritu infatigable, afable y resiliente para salvar la vida de su pequeño hijo y su esposa. Esta hermosa comedia romántica nos hace reflexionar sobre el poder de la risa y el buen humor no sólo para conmover el corazón humano, sino también para poder vencer las fatalidades que son propias a la existencia humana. Casualmente la paradoja de la resiliencia está en que a veces la crisis es una oportunidad para poner a prueba nuestra fortaleza interior. De hecho en un estudio dirigido por Stinnet (citado en Pereyra, ob. cit) sobre familias sólidas encontró que en momentos de crisis el 75% de ellos habían descubierto circunstancias positivas en medio del dolor y la desesperación y que se habían tornado más cariñosas y apreciadas que nunca.
Otra biografía impactante de gran soporte resiliente es la de Viktor Frankl, (1905- 1997) creador de la Logoterapia. Su vida y obra al igual que la de Ana Frank estuvo desarrollada en el contexto de la guerra Mundial y son una secuencia de hechos encadenados en un testimonio.
Viktor era hijo de Gabriel Frankl y Elsa Lión, nació el 26 de marzo de 1905, era un niño más bien frágil que se interesaba más por hablar sobre ideas que por jugar. Tenía éste tan solo nueve años cuando se desata la I Guerra Mundial (1914 – 1918). Muchas veces Viktor, comentó que su familia había aprendido a sobrevivir y a saber lo que era ser pobre. Éste, al igual que la niña Ana vivió el trauma de la persecución Nazi por ser él y su familia judíos. En 1941 contrae matrimonio con Tilly Grosser, la cual queda inmediatamente embarazada, pero meses después los Nazis obligan a Tilly a que aborte su primer hijo.
En 1942 el Dr. Frankl (quien ya era Psicólogo), es deportado a un campo de concentración junto a sus padres y a su esposa. Al año muere su padre a causa de la debilidad por el hambre y por la neumonía de la cual padecía. Al poco tiempo Viktor y su esposa son enviados a otro campo de concentración separando a éste de su madre quien muriera en 1945 en la cámara de gas. Ese mismo año muere su esposa Tilly. Después de sufrir Viktor tantas pérdidas, en medio del dolor reflexiona en torno a la muerte y como puede escapar de ella. Así mismo empieza a buscar un nuevo sentido a la vida. Durante su estancia en los campos de concentración, al igual que Ana Frank escribe lo que será después su primer manuscrito. Pese a que éste fue arrebatado por los Nazis lo rehace en docenas de papelitos en las que tomó notas taquigráficas.
Muchos podrían haber pensado que la desgracia y la tragedia experimentada lo convertiría en un hombre amargado, sombrío, triste. Pero no fue así, la adversidad hizo de éste un ser humano más fuerte capaz de encontrarle sentido a la vida y a la adversidad. El mismo Frankl. (1979) concluye:
Llegue a comprender que lo primordial es estar siempre dirigido o apuntado hacia algo o alguien distinto de uno mismo: hacia un sentido que cumplir u otro ser humano que encontrar, una causa a la cual servir a una persona a la cual amar. (p.42).
De hecho en 1947 reconstruye su vida contrayendo nupcias con Elly (Eleonore Schwindt) la cual le da una hija Gabrielle, quien estudiara tiempo después como él Psicología. Para la aquí investigadora no cabe la menor duda que Viktor Frankl enfrentó la adversidad con una actitud resiliente. “Metamorfoseó la realidad”, diría Cyrulnik (2006) a tal punto de crear un método psicoterapéutico llamado logoterapia reconocido a nivel mundial como la III escuela Vienesa de Psicoterapia después de la Freud y Adler. Su postura resiliente se muestra enfáticamente cuando él mismo Frankl (ob. cit). Escribe:
Lo que en verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y, después enseñar a los desesperados, que en realidad no importa lo que esperamos de la vida, sino lo que espera la vida de nosotros. (p.35).
Al mismo tiempo escribió: “Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino”. (p.12).
Por lo que Viktor Frankl es sin duda alguna un ser humano que decide no morir ni vencerse ante las dificultades sino que las enfrenta, haciendo de él un hombre fortalecido con una visión filosófica y hermosa de la vida. Así como también con la firme convicción de la esperanza y la de buscarle un sentido a la vida a través de lo que él denominó los valores actitudinales los cuales incluyen virtudes como la valentía y el buen sentido del humor. Pero su ejemplo más noble y admirado está en el logro del sentido a través del sufrimiento. Cualidades estas que según Rutter (1993) son factores temperamentales que ayudan a fomentar una postura resiliente. Siendo Viktor Frankl para algunos como Cyrulnik (2006) y Melillo y Suárez, (ob. cit), uno de estos.
Por otro lado se podría afirmar que la historia venezolana está llena de héroes resilientes uno de estos es Simón Bolívar (1783 -1830).
Su historia personal estuvo marcada siempre por la pérdida y la soledad porque aunque nace en cuna de oro el 17 de Diciembre de 1783, a muy corta edad queda huérfano de padre y madre. De hecho al poco tiempo de cumplir Bolívar los (3) años de edad muere su padre el 19 de Enero de 1786, y unos pocos días antes de que el cumpliera nueve años muere su madre el 6 de julio de 1792. Según Romero (1977):
Al morir la madre de Bolívar a éste lo trasladan a vivir con el tío Carlos, pero este es un arranque de impetuosa rebeldía se fuga de la casa del tío un día antes de cumplir los doce años de edad (p.17).
Además del tío Carlos en el texto del Círculo de Lectores (1981), se refiere que Simón también vivió con su tío Feliciano Palacios, quien lo lleva a su casa y se constituye en su tutor. Sin embargo, el niño extraña su antigua casa, sus hermanos, su matrona, pero lo que aún más extrañaba era la ausencia de una mano cariñosa que le calmara cuando no podía conciliar el sueño nocturno en las noches de tormenta.
Según el anterior autor: “El tío que le ama entrañablemente, al verle decaer día a día comprende que esa disciplina escolástica anula en el pequeño su personalidad.” (p 23).
Pero quienes se han detenido a estudiar con minucioso interés la vida del Libertador se pueden dar cuenta de que éste fue un resiliente. Ya que aún y cuando su existencia estuvo signada por la constante pérdida de sus seres queridos no tan sólo de sus padres, sino también de su esposa María Teresa del Toro y Alaiza, tan solo a escasos (8) meses de vida conyugal cuando ésta es atacada por la fiebre amarilla, muriendo así en 1803.
La biografía de Bolívar reseña que éste, en las situaciones de vulnerabilidad siempre contó con una mano amiga y un adulto significativo que aminoró en cierta medida sus momentos de crisis. En atención a esto Romero (ob. cit) señala: “Cuando Simón nació su mamá estaba muy delicada de salud, por lo tanto, había pensado en la negra Hipólita para que amamantara al niño “(p.17) coincidencialmente en Círculo de Lectores, (ob. cit.) se menciona que:
El 06 de Julio de 1792 muere Doña Concepción Palacios y el niño Simón a los 9 años, sin sólidos lazos de autoridad, solo tiene un afecto profundo, paradójicamente en una mujer de color, Hipólita, aquella negra que lo atendió y amamantó desde su nacimiento. El recuerdo de Hipólita siempre se mantuvo vivo en el corazón de Bolívar. A tal Punto que en 1825 escribe a su hermana: Te mando una carta de mi madre Hipólita para que le des todo lo que ella quiera, para que hagas por ella como si fuera tu madre: su leche ha alimentado mi vida, y no he conocido otro padre y madre que ella. (p.23).
Nótese entonces, que ante la ausencia de sus padres biológicos el niño Simón sustituyó sana y afectivamente ese cariño hacia Hipólita quien fungió desde su nacimiento como su cuidadora. Debió ser muy significativo el amor que esta negra le brindara, al oír de boca de un mantuano elogios hacia una mujer de color, tomando en cuenta que en la Venezuela colonial de ese entonces las diferencias sociales estaban marcadas fundamentalmente por el color de la piel. Para los blancos peninsulares y criollos, los negros y los indios eran considerados humanos inferiores, a tal punto que sólo podían ser vistos y utilizados como mano de obra esclava, sin gozar de ningún derecho. Si bien es cierto, que Hipólita fue figura importante en la existencia de Bolívar no podemos dejar de mencionar que a partir de los doce años, éste último conoce a quien fuera su tutor resiliente.
Su Maestro Simón Rodríguez quien ejerciera una gran influencia en su vida, ya que éste a diferencia de sus otros maestros no era un preceptor conservador ni tradicional, por el contrario era profundamente anticlerical, enfervorizado lector de los ilustrados. Un revolucionario en cuanto a sus métodos pedagógicos. Hay quienes dicen que Rodríguez era tildado de “loco”, le enseñaba a sus discípulos de anatomía utilizando su propio cuerpo como modelo, imaginémonos en esa época los pudores y algarabías que esto levantaba. Pero para el joven Libertador fue más que un educador cualquiera.
Bolívar admira a su maestro y proyecta en él la imagen del Padre que le falta… “Simón Rodríguez es un padre afectuoso, comprensivo, compañero de juegos, casi un hermano mayor, sabio, conocedor del mundo y sus placeres” (Círculo de Lectores, ob. cit, p.25).
Era tal la admiración por su tutor, que su discípulo lo llamaba El Sócrates de Colombia. Llegando en una oportunidad a expresar: “Usted formó mi corazón para la vida, para lo grande, para lo hermoso”.
De este modo se puede afirmar, y es punto compartido por muchos estudiosos en el tema que el factor protector más fuerte ante una situación estresante es contar con un apoyo cálido, amoroso y consecuente durante los primeros años de vida, eso que Cyrulnik (2006) denominó “un vínculo afectivo protector” (p.69) que quedó en el pequeño Bolívar como huella de su memoria biológica. Es esto tan importante para la promoción de la resiliencia que el mismo Cyrulnik (2006) señala:
Esta es la razón de que todos los que han tenido que superar una gran prueba describan los mismos factores de resiliencia. En primer lugar, se indica siempre el encuentro con una persona significativa. A veces basta con una, una maestra que con una frase devolvió la esperanza al niño, un monitor deportivo que le hizo comprender que las relaciones humanas podían ser fáciles, un cura que trasfiguró el sufrimiento en trascendencia, un jardinero, un escritor cualquiera pudo dar cuerpo al sencillo significado: Es posible salir airoso. (p.214).
Tal y como lo tuvo el personaje en estudio de la negra Hipólita y de su principal preceptor resiliente: Don Simón Rodríguez, quien fuera también un resiliente. De allí el interés de estudiar ambas biografías.
Este último nacido en Caracas solo doce años antes que su alumno y que a diferencia de éste no tuvo ni riquezas ni blasones pertenecía a una familia de pequeña burguesía en cuyo seno la discordia era la norma. Cuenta la historia que su nombre verdadero era Simón Carreño Rodríguez pero éste entabla una fuerte discusión con su hermano, y con su padre decidiendo entonces renunciar a su apellido paterno, por eso es que a él se le conoce por su apellido materno, (Rodríguez). Muy joven quedó huérfano y con tan solo 14 años se marcha a Europa. En Círculo de Lectores (ob. cit) se señala que Rodríguez:
Recorrió el continente a pie, tratando de grabar en su retina las huellas de la historia de la humanidad presente en cada callejuela, en cada piedra. En Francia establece contacto con Rousseau y Montesquieu y se transformó en ferviente admirador y difusor del contrato social y del Emilio (p. 24).
Éste con apenas 23 años decide conspirar junto a varios amigos, en contra de la Hegemonía Española, inspirándose en la experiencia de otros países. Pero dicho complot, es descubierto. Éste es apresado y condenado a muerte logrando escapar. Como es evidente un hombre que a pesar de no vivir una infancia fácil llegó a ser el maestro de maestros. En este sentido Henderson y Milstein (ob. cit) “reconoce que sería poco realista pretender que los alumnos fueran resilientes si sus docentes no lo son” (p. 56).
Para los anteriores citados, un docente puede llegar a ser factor fundamental en la promoción de la resiliencia, ya que si el docente ha estado en situación de riesgo, el cual ha soportado y vencido puede así encontrar la energía y fuerza necesaria para promover la fortaleza en sus alumnos.
En efecto, esto fue lo que sucedió entre Bolívar y Rodríguez. La vivencia resiliente de éste último impulsó desafíos y la adopción de un modelo de conductas y actitudes de resiliencia en el que llegaría a ser el Libertador. Teniendo en cuenta esto la figura del maestro en Venezuela debe dejar de estar limitada a la conducción y facilitación del conocimiento, para transformarse en una verdadera imagen de adulto significativo: (cálido, humano, y afectivo) para una gran población de niños y jóvenes excluidos y carentes de vínculos de afectos profundos.
Quien sea o haya sido educador no puede negar que cada día es más alarmante observar una escuela y unos educadores castigadores, impositores, fríos, indolentes. Razón que llevó a Esté (1999) a inquirir lo del aula punitiva. Por eso hoy más que nunca no sólo debe estudiarse y promoverse la resiliencia como un hecho individual y humano, sino que también ésta debe expandir sus brazos hacia las instituciones de resguardo, las escolares, los docentes y el propio barrio. Espacios estos de vida del niño y adolescente.
Finalmente, hay un comentario de Bolívar que es pertinente detenerse a reflexionar:
Sin la muerte de mi mujer no hubiera hecho mi segundo viaje a Europa, y es de creerse que en Caracas o san Mateo no me hubiera nacido las ideas que adquirí en mis viajes, la muerte de mi mujer me puso muy temprano en el camino de la política y me hizo seguir después el carro de Marte en lugar de seguir el arado de Ceres. (Círculo de Lectores, ob. cit, p 35)
Estas palabras han obligado a muchos historiadores a interrogarse repetidas veces que habría sido de la vida del Libertador de América si no le hubiesen acontecido tan desdichados sucesos. Quizás no habría sido lo que fue, ya que la capacidad de resiliencia no sólo consiste en recobrarse de los golpes de la vida, olvidando lo doloroso de la misma por el contrario, para Walsh (citado en Pereyra, ob. cit) significa desplazar el foco de los prejuicios o daños del infortunio a un paradigma basado en la competencia, orientado a la fortaleza.
Esto último hizo a Rigoberta Menchú Tum no dejarse amilanar ante el infortunio de haber perdido a sus padres y a sus dos hermanos en la lucha por los indígenas Maya Quiché, del cual son sus orígenes. Por el contrario desde el exilio en México a partir de 1981 continuó su incansable labor de denuncia sobre el genocidio en Guatemala, iniciando también el conocimiento profundo y la lucha de los espacios de la comunidad internacional a favor de los derechos de los pueblos indígenas del mundo. Esto la hizo acreedora del premio Nóbel de la Paz en 1992 y como ella misma lo afirma (1993): “Mientras yo viva, el Premio Nóbel que recibo tendrá un sentido” (p.2). Esta última frase también expresada no por casualidad por Viktor Frankl y Simón Bolívar.
Al parecer, todos los resilientes son como una oruga escondidos en su propio capullo, que una vez resistentes y fuertes ante el dolor emergen como mariposas, capaces de encontrar un sentido lógico a la vida después del infortunio.
En fin esos hombres y mujeres admirados por muchos y ahora investigados por otros han tenido que superar incapacidades y adversidades que hubieran destrozado un alma frágil. Como las mariposas que salen de su capullo, estas grandes figuras históricas lucharon y vencieron los límites marcados por las circunstancias, de una manera que hace que sus logros sean aún más sobresalientes. Es más pareciera que el recipiente para una auténtica grandeza incluye un toque de fortaleza. Esa que no hizo morir a Helen Keller, después de quedar ciega, sorda y paralítica.
La pérdida auditiva de Ludwing Van Beethoven no minimizó la grandeza del compositor. Hay muchos jóvenes y niños venezolanos comunes que caminan por nuestras calles que también tienen una historia linda que contar, un testimonio de fortaleza y valentía, heroes anónimos que no deberían permanecer en el anonimato porque su capacidad resiliente debe inspirarnos no sólo a admirarlos sino a estudiarlos y promoverlos.
Autora: Lisbeth González.(2008). Tomado de trabajo de investigación para optar al titulo de Magister en Educación, mención Orientación. Laura. Historia de vida de una joven resiliente